16 octubre, 2011

Corona Capital 2011, el regreso de la gente wuuu










Estaba recostado en mi cama esperando al señor del gas con todo mi itinerario bien preparado para el Corona Capital (el festival que organiza uno de los monopolios que dominan el mercado de la cerveza, y que faltaba más, hasta se da el lujo de ponerle el nombre de uno de sus productos), cuando recibí un mensaje para entregar un par de boletos que había comprado para un amigo que canceló a última hora y me pidió que se los diera a su hermana y su cuñado. El tiempo se iba y tuve que sacrificar algunas bandas vespertinas que pensaba ver: Wild Beasts y El Columpio Asesino. Lo chido es que fuimos a comer a Los Pericos, unos tacazos de ahí por la Narvarte que están de no mames.

Llegamos a la Puerta 5 del Autódromo Hermanos Rodríguez como a las 5 y media de la tarde. Aún tenía la esperanza de ver a M83. El flujo de gente era más o menos como cuando llegan los peregrinos a la Villa el 12 de diciembre. Si fuésemos un pueblo más dicharachero y compatriota, no habría pedo: podrías cambiar de banda un rato y cuando se pusieran malacopas buscarías mejores compañías. Pero la manada es la manada, y si te pierdes en ella en un festival como éste, ya valiste madres. Yo lo supe demasiado tarde, cuando la señal del celular se perdió para siempre y sólo podía recibir mensajes. En el trayecto, también perdí a los amigos con los que venía.

Otra de las cosas que apestaron del Corona Capital es que no había dónde cargar crédito a tu celular si se te agotaba el saldo. Según esto, había unos cajeros automáticos en donde más que filas, muéganos de gente borracha trataban de hacerlos funcionar hasta que los desmadraban. Sin esperanza ya de volverme a encontrar con alguien decidí ver al menos algunos grupos para la reseña del blog.

Estuve un rato en el escenario Corona Light, en donde alcancé a escuchar algunas rolas de los CSS, que habían causado sensación en uno de sus conciertos vistiéndose como los personajes del Chavo del Ocho. Lovefoxxx se rifa en el escenario y tienen un buen repertorio de rolas pegadoras como Alala. Además, andan estrenando disco.

En el siguiente horario tenía una disyuntiva: Moby o The Rapture. El pelón vegano me cae bien y prende a la bandera. The Rapture, por su parte, son los papás de esa mamada llamada dance-punk, que tanto me llama la atención. Me quedé un rato a escuchar los éxitos de Richard Melville Hall, que a sus 46 años le da sus zapes a esas banditas lelas que tocaron en la mañana, con rolas como We are all made of stars, Porcelain o Bodyrock. Antes de que terminara Moby corrí al escenario Bizco Club con el sueño guajiro de escuchar la última de The Rapture, pero fui engullido por las hordas de orcos que gritaban: “¡chichis pa’ la banda!” y “!chelas pa’ la banda!”; según la ocasión.

El público mexicano tiene una característica, casi, casi intrínseca: para todo grita ¡wuuu!: This fucking concert sucks¡Wuuuuuuu! Your mother is my bitch, ¡wuuuuuuuu! Fucking assoles, don’t scream wuuuu, ¡wuuuuuu! Ad infinitum. Yo lo llamo efecto colateral de euforia alcohólica, y fue uno de los ingredientes del concierto de Portishead. Pienso que la mitad de los que estuvieron presentes la noche de ayer en el escenario Capital, no podrían mencionar el nombre de cuatro rolas de Portis. Sin ir más lejos: detrás de mí había dos chicas ebrias tarareando las primeras notas de all mine, aún después de que la tocaran. Sin embargo, el repertorio de Portishead, hizo que valiera la pena ahorrar esos 650 pesos tres meses antes: Sour times, Mysterons, Glory box, Wandering star, The rip, Silence, Machina gun, We carry on, Roads, Threads; puta, fueron los masters indiscutibles de la noche. Un pastel sonoro con capas y capas de reverberaciones. Los legendarios dioses del trip-hop habían renacido.

Aturdido aún por los acordes polisaturados de Portishead, me dejé llevar por la marejada que se dirigía al escenario Corona para libar a la última banda del día: The Strokes (yo hubiera cerrado con Portishead, pero en fin, sólo soy un humilde blogger), los precursores del look tenis Vans y pantalones ajustados. Con The Strokes, pasa lo que con Guns and Roses y U2: tienen rolas pegajosas y generacionales que garantizan que mantendrán bailando a los fans y no tan fans. Julian Casablancas (ignorante del idioma español confeso) tuvo sus mejores momentos en rolas como Last nite, Reptilia, Machu Picchu, Take it or leave it y New York city cops. Su punto débil, definitivamente es la espontaneidad: tocan las rolas exactamente igual, no arriesgan mucho en el escenario (a estas alturas, de hecho, no les importa) y sólo siguen el guión al pie de la letra. Vamos, ni siquiera se animaron a tocar algunas rolas extras después de las 11:30, cuando, según lo vaticinado por los dioses del rock, se terminó el hechizo, y todos regresamos a nuestras respectivas crujías convertidos en calabazas.



Los negritos en el arroz

Somos un pinche pueblo aguantador y conformista. Esa es la triste realidad, y se nota bien cabrón en eventos como el Corona Capital 2011, al que la amplia gama de comunicadores maiceados por OCESA le prende incienso cada año cual si fuera el Glastonbury mexicano. Todo sea por el pase sagrado al backstage, las opiniones de estos cabrones siempre serán: “Estuvo poca madre el evento”, “La organización de primer nivel, los escenarios, de lujo”. La triste realidad, es que hacen lo que sea para disminuir costos, hasta poner sani-fiestas en lugar de baños decentes. Si esa es su visión empresarial, desde este H. H. blog les recomiendo lo siguiente: para el año que entra mejor compren 85 mil bacinicas de plástico y regálenlas junto con el boleto, así seguramente ahorrarán millones a costa de los parroquianos que lo único que piden es una chela fría y un buen cartel de bandas para tener algo que contar a sus amigos el lunes en la escuela o en la oficina. Imagino las juntas de los hombres de gris, en donde dan a conocer sus ideas brillantes: “hacemos que el último concierto termine a las 11:30 para que ‘los chavos’ lleguen temprano a su casa y alcancen metro”. Lo que no tomaron en cuenta es que tardaríamos 40 minutos en salir del atolladero en que se convirtió el escenario Capital hasta la entrada del metro más cercano.

Y por último, ya basta de rellenar los horarios con grupos y solistas apadrinados por el mainstream como Ximena Sariñana, Disco Ruido, Ruido Rosa y Quiero Club (y que además van a tocar de todas maneras en El Plaza); o los grupos favoritos del hermano del primo del dueño de OCESA. No sólo se trata de acabar con el stock (los revendedores aquí son el principal ganador, ellos saben especular con los precios y lo hacen bien), sino de ofrecer un espectáculo de calidad. Y para que no digan que en este espacio sólo se critica y no se propone nada, ahí les va un cartel decente para el Corona Capital 2012:

  • Arcade Fire
  • Kings of Leon
  • Animal Collective
  • Delphic
  • Au Revoir Simone
  • Austra
  • Foster the People
  • The Knife
  • Mystery Jets
  • Russian Red
  • UNKLE
  • Caravan Palace
  • Two Door Cinema Club
  • Sons & Daughters
  • The Vaccines
  • Death Cab for Cutie
  • Crystal Castles
  • TV on the Radio
  • The Lonely Forest
  • y el reencuentro de Cibo Matto.

Podrían cerrar con: Yeah, Yeah Yeahs, Muse y The Flaming Lips.

Digo, si pueden hacinar a 85 mil personas, venderles la chela más cara del mundo, dejarlos sin llamadas a celular, obligarlos a hacer sus necesidades fisiológicas en baños de medio metro cuadrado en condiciones insalubres, tener miles de puestos de camisetas, pero ni uno solo de información; tienen el varo para mejorar el cartel y los servicios para el año que entra. Digo.


09 octubre, 2011

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Un millón de teléfonos suenan al mismo tiempo en una ciudad vacía. El personaje corre de un teléfono a otro, pero nadie le contesta. Como si fuera un efecto dominó, zigzaguea entre las cabinas telefónicas, sube las escaleras de los rascacielos, recibe las llamadas de todas las oficinas, recoge los celulares que encuentra acomodados sobre las ropas y pertenencias de los habitantes perdidos.

Al doblar una esquina, encuentra una sucursal de la compañía distribuidora de fibra óptica. Levanta el teléfono de la recepción. Le contesta su propia voz.

—Escucha muy bien lo que voy a decirte: hagas lo que hagas, no contestes el teléfono, eso querrá decir que morirás dentro de la pesadilla y no habrá manera de salvarte.

El personaje cuelga el auricular. Un millón de bestias se desperezan al mismo tiempo.