22 agosto, 2011

MISTER STRANGE CHALLENGE



Sucede que de pronto estamos de manteles largos (pocas veces en la vida, lo admito). Y en esas ocasiones vale la pena utilizar el blog como transmisor de alegría y no como un vehículo literario o político, sino por el puro gusto de compartir.

Después de dos años de escribir por encargo como maniaco, por fin fueron publicados los seis libros de la Colección Fantasía de Editores Mexicanos Unidos S. A., cinco de los cuales se pueden apreciar en la foto.

Ante estos felices acontecimientos (que por supuesto se repetirán en la medida en que coloque nuevos vástagos en las editoriales), he decidido obsequiar un Paquete Fantasía que consta de 6 libros con garantía de autenticidad strange, al ganador del #misterstrangechallenge.

Por supuesto, no será fácil, pero ¿qué diablos?, son libros gratis. Así que la mecánica de este concurso será la siguiente, y sólo podrán participar si tienen cuenta en Twitter (no sean flojos, la sacan más rápido que el tiempo que tardan en leer esto):

1. Del lunes 22 al viernes 26, twittearé desde mi cuenta (MistarStrange) una serie de HT (por ejemplo, #medusa) secretos entre las 8 y las 11 de la noche.

2. Los concursantes deberán mandar en ese momento un tweet utilizando ese HT. Por cada tweet se acumulan puntos, y al final de la semana el ganador de la colección será aquel twittero que logre conseguir más puntos.

3. No se pueden enviar más de dos tweets por HT.

4. En caso de empate, los dos twitteros finalistas se irán a muerte súbita.

5. La muerte súbita funciona de la siguiente forma: el viernes mismo, después del último HT secreto enviaré una serie de etiquetas que deberán utilizarse para mandar la mayor cantidad de tweets posible. La calidad de los tweets será evaluada por los grandes sabios de la twittosfera.

6. Hagamos un simulacro: #zombi. @fulanodetal dice: el #zombi se comió a mi mamá (+20 puntos). Y así.

7. El que se fusile los tweets de los demás quedará descalificado.

8. Diviértanse, es el objetivo principal.

9. Yo personalmente fotografiaré la pantalla en donde se utilice ese HT, y los concursantes podrán exigir un recuento si quedan insatisfechos.

10. El segundo lugar, se llevará un libro de la Colección Fantasía.

11. Round 1... FIGHT!!!



17 agosto, 2011

Nace Iván


Serov, Pangea. Lunes 30 de julio de 2558, 10:03 p.m. hora local


Vestido con un traje estéril, el señor Nikolsk camina del sillón al ventanal y contempla el resplandor de la nieve sobre los montes Urales. La noche rusa brilla con claridad inaudita. El señor Nikolsk piensa que su hijo nacerá en Luna nueva, un cielo iluminando a la Tierra sólo con las estrellas. Regresa al sillón, no sin antes detenerse por un instante ante la puerta tras la cual su mujer está dando luz a su primogénito cinco semanas antes de lo esperado. Debería estar ahí, tomando su mano y animándola, y lo había intentado; un minuto después estaba afuera, sudando frío y resistiéndose a una náusea que le partía el cuerpo; no, era imposible para él estar ahí, nada más mirando. El sillón se amolda a su peso y eleva en dos grados la temperatura, la noche apresura el paso. Cuando termine, podré entrar. Deberé abrazar a Misha, besarla, y al bebé también. Aunque ella tardará varios días en perdonarme.
            La puerta se abre. La sonrisa acostumbrada por los médicos en esas situaciones no está ahí.
―Señor Nikolsk —el señor Nikolsk se incorpora del sillón, en su rostro hay un signo de alarma―. Su esposa está reposando, el parto ocurrió sin contratiempos. Un varón, como se esperaba.
―Bien, iré a verlos ahora. Muchas gracias doctor Szymanski.
―Aguarde, señor Nikolsk. Hay un problema. Su hijo ha sido ingresado a la incubadora y no podrá verlo por el momento.
―¿Cómo?
―Presenta una complicación respiratoria aguda, es todo lo que puedo decirle hasta no realizar mayores análisis. Pero no se preocupe, los mejores especialistas trabajan ahora mismo en el caso. Pase con su esposa y póngase cómodo, pronto tendrán noticias nuestras.
Bajo la luz melón resplandece un velo transparente de tonos plateados que cubre la cama de Misha. Un medibot permanece al lado, inerte hasta que el señor Nikolsk levanta el velo y contempla a su esposa. No se atreve a acercarse más. Ella lo mira con socarronería.
―Dicen que está bien. Análisis y esas cosas, ya sabes.
            Su esposa deja de mirarlo y no contesta.
―Y en cuanto a lo de hace un momento...
―Shhh. Ven.
            Los esposos se abrazan. El medibot vuelve a su letargo.
―¿Se llamará Mijail, como tanto has dicho? ―el señor Nikolsk acaricia el cabello de Misha, ella se siente cada vez más impaciente―. O Iván, como tu abuelo ―ríe―. Cuando lo vea sabré si tiene cara de Iván o Mijail.
Poco a poco se ha asentado en su alma la sensación de ser padre; ahora se arrepiente de no haber presenciado la llegada de su hijo.
―¿Por qué aún no regresa el doctor Szymanski? ―pregunta ella.
En la sala de cardiología pediátrica, Kyski, IA médico nivel 2 exclusiva del Hospital Gubaja, confirma la veracidad de sus datos ante los tres especialistas. Ninguno de ellos puede creerlo. El sudor no deja de brotar en el rostro del doctor Szymanski. Kyski realiza la tercera inspección general en media hora. Cientos de nanobots circulan por las venas y arterias del bebé, reparando tejidos, conteniendo hemorragias, haciendo mediciones y tomando muestras. Vera Bezújov, neuróloga pediatra, mira con ojos adustos la información recibida por Kyski, proyectada en tres monitores de tercera dimensión limitada. Sentado frente a dos virtuales y luciendo un opticógrafo como corona, el cardiólogo Kirílovich sigue también el informe.
―Si me permite utilizar una analogía, doctor Szymanski ―a pesar de la entonación bien articulada de Kyski, sus palabras siempre suenan secas, sin peso―, es como si estuviera haciéndose más joven en una degeneración constante.
―No es una analogía, Kysk, está ocurriendo así.
―Zenka uno, zenka dos. Resultados ―recita la IA―, resultados señora y señores. Ninguna reacción al tratamiento enzimático. También se presentó un rechazo del 99.98% al la neolevotiroxina. Los órganos más afectados continúan siendo el corazón y los pulmones, con disminuciones de volumen de 12.57% en el primero y 26.41% en los otros. El sistema linfático se ha degradado un 29.86%. Las reparaciones manuales lo mantienen vivo. Sistema nervioso funcionando en un 97.31%.
―Alto, demasiado alto ―interviene Kirílovich―, debemos saber por qué el sistema nervioso se mantiene intacto. El caso es sin duda fascinante.
―Concuerdo con usted sobre lo excepcional de la situación, pero la curiosidad científica no es de utilidad ahora ―censura Bezújov―, sólo debemos enfocarnos en detener el estado degenerativo, después podremos investigar los pormenores.
            Szymanski y Kirílovich asienten, pero ninguno de ellos sabe cómo impedir algo así, simples testigos de un caso sin precedentes en la historia de la medicina. En menos de media hora el bebé será un feto de ojos gigantes, sin piel y con manos deformes.
―Doctor Szymanski ―dice Kyski―, los padres llevan treinta y cinco minutos sin recibir información sobre su hijo. ¿Envío alguna enfermera?
―No. Iré personalmente. Está usted a cargo, doctora Bezújov.
La luz continúa siendo melón en el cuarto donde ninguno de los nuevos progenitores permanece tranquilo.
―¡Doctor!, finalmente. Comenzábamos a preocuparnos.
―Señores Nikolsk ―el rostro cansado, amarillento del médico los mira con lejanía―, su hijo...
―Iván ―interrumpe Misha con labios resecos.
―...Su hijo, Iván, continúa en la incubadora, y proseguimos con nuestros análisis. En el momento en que sepamos algo más se lo informaremos.
―Por favor, díganos claramente qué es lo que tiene ―apremia el señor Nikolsk―, tenemos derecho a saberlo.
―Los mejores especialistas del hospital lo están atendiendo. Hacemos lo posible... ―hay tristeza en su voz.
―Pero, ¡¿qué es lo que tiene?!
―Aún no estamos seguros.
―¿Cómo es eso posible? ―el nuevo padre comienza a sentirse exasperado― Doctor, no ande con laberintos y díganoslo directamente.
El doctor Szymanski mira a los esposos sintiendo un nudo en la garganta. Nunca en su carrera ha perdido un paciente, jamás había tenido que darle una noticia tan mala a nadie.
―No sabemos lo que tiene su hijo excepto que es muy grave, probablemente morirá en las siguientes horas. Somos tres especialistas y nuestra IA quienes estamos trabajando…
―¡Quiero verlo! ―grita Misha con el rostro resuelto―. ¡Exijo verlo!
―Señora Nikolsk, eso es imposible.
―¡Es mi hijo! ¡Tengo derecho a verlo aún con vida!
            Szymanski cierra los puños. Durante años y años ha contemplado la fuerza ciega que transforma a mujeres en madres decididas, pujando desde su corazón, con el cabello empapado de sudor, mostrando la más pura de las sonrisas cuando su bebé ha nacido, amamantándolo con dulzura infinita. Y durante años y años se ha sentido orgulloso de su trabajo, fuente de constantes satisfacciones, un trabajo que lo hace sentirse útil y respetado. ¿Cuántos y cuántos padres agradecidos? Pero ahora nada de eso cuenta. Por primera vez en su carrera es presa de la misma impotencia que debieron sentir tantos hombres de la medicina en el pasado: el dolor negro de saber que no se puede hacer nada.
―No es conveniente, señora Nikolsk.
Las tres pantallas de Kyski advierten sobre un inminente paro simultáneo en los sistemas circulatorio y respiratorio de Iván.
―¡Reanimación! ―ordena Kirílovich― ¡De prisa!
―Aplicando reanimación, respuesta del 51.93% ―contesta la voz impersonal de la IA―, pulso continúa descendiendo.
―Es inútil, sólo estamos alargando su agonía.
            Los médicos se miran entre sí. Será un amanecer de oscura memoria. La puerta se abre y entra el doctor Szymanski seguido por el señor Nikolsk, quien no se intimida ante los complejos aparatos médicos que atestan el cuarto de cardiología pediátrica.
―Doctores, les presento al señor Nikolsk, padre de Iván.
―¡Szymanski! ―profiere Bezújov― ¡Esto es contra las reglas!
―Lo sé. Pero tiene derecho a ver a su hijo aún con vida.
Eso ya no es su hijo ―gruñe Kirílovich, quien calla avergonzado ante la mirada fulminante de Nikolsk.
―¿Es esta la incubadora?
Tras una burbuja transparente de cristal estéril reposa un diminuto cuerpo de cabeza hundida y piel viscosa conectado a varios filamentos.
―No, n-no respira.
―Está vivo, pero no será por mucho tiempo. Lo sentimos, señor Nikolsk, hemos hecho lo posible.
―¿Qué le ha pasado? ―solloza.
―Doctor Szymanski ―interrumpe Kyski―, la señora Nikolsk está en la puerta.
―¡Misha! Debió habernos seguido.
―¿Cómo? ¡Ábrela de inmediato!
―¡Doctor Szymanski! ―advierte Bezújov con voz dura―, si deja entrar a la paciente se arriesga a la corte médica.
―No me importa, Vera, este caso ya ha alterado para siempre mi historial. Kysk, deja pasar a la señora Nikolsk, no está en condiciones para permanecer de pie.
            Al abrirse la puerta el cuerpo de Misha se desploma. Su marido y un medibot corren a auxiliarla. Los médicos contemplan la escena en silencio, siguiendo con la mirada el lento caminar de la pareja hasta la incubadora, rematado por el sollozo de la madre ante el hijo agonizante; el lamento se eleva hasta transformarse en un grito desgarrador. La doctora Bezújov hace un gesto al doctor Szymanski, es necesario llevarse a la pareja. Muchos estudios se le deben hacer al bebé antes de entregarlo al servicio funerario. Szymanski asiente.
―La presión arterial aumenta ―irrumpe Kyski―, el corazón recupera volumen. Los pulmones han vuelto a funcionar.
            Kirílovich es el primero en reaccionar.
―¡100 cc de adrenalina! ―dictamina― ¡Date prisa Kysk!
―Aplicando ―responde la IA con un acento de emoción desconocido hasta ese momento por los médicos―, el sistema linfático se recupera en un 35.12%, ¡el respiratorio en un 52.10%! ¡Reflejos detectados! No necesita la adrenalina, lo está haciendo por sí mismo.
La señora Nikolsk deja de llorar, pasmada ante las convulsiones que recorren a su bebé.
―¿Qué le pasa a mi hijo? ¡Iván!
Szymanski se aproxima para sacarlos de la habitación, Kyski continúa vomitando datos sobre la inverosímil recuperación.
―Señores, deben dejar a los especialistas hacer su trabajo. Por favor esperen en su cuarto. Una enfermera los acompañará.
―¿Qué tiene, doctor? ―lo mira con ojos inundados la señora Nikolsk― ¿qué es lo que le pasa?
―Señora, debe permitirnos trabajar, por favor acompáñeme.
            El señor Nikolsk aprueba la idea y toma del brazo a su mujer. No han caminado más de cinco pasos hacia la puerta cuando la voz de Kyski suena más alta que nunca, casi tenor:
―¡La recuperación se ha detenido! Sus sistemas fallan nuevamente. ¡Aplicando neolevotiroxina!
            Una fuerza venida de muy adentro, de olor selvático y mordiente como el fuego, explota en el pecho de Misha Nikolsk. Sobreponiéndose al agotamiento, se libra del abrazo de su marido y corre hacia la incubadora. Iván es una masa informe que se agita cuando llega a su lado. La voz de Kyski inunda el cuarto, el bebé otra vez se regenera. La burbuja de cristal estéril de la incubadora se opaca súbitamente, resquebrajándose hasta desplomarse en cientos de fragmentos.
            El silencio es cortado por el llanto de un bebé, sano y rosado, en los brazos de su madre.

14 agosto, 2011

Monstruos bajo la cama


Cuando era pequeño tenía algunas manías que con el tiempo he ido superando. Por ejemplo, dejaba terrones de azúcar debajo de la cama para mantener contentos a los monstruos que vivían ahí. Mis padres me regañaban porque se hacían cucarachas y hormigas. Pero a mí no me importaba, los monstruos son algo serio y no hay que tomarlos a la ligera.

Un día descubrí que los terrones de azúcar ya no eran suficientes para ellos, en mi almohada llegué a encontrar notas donde garabateaban pliegos petitorios bastante peculiares: querían carne molida, chocolatinas, malvaviscos, pollos muertos y todas esas cosas que están incluidas en la dieta teratológica.

Tuve que ingeniármelas para cumplir sus caprichos: un bistec del refrigerador, unas lonchas de jamón de mi sándwich, algunos dulces de la tienda. Yo no sabía en ese entonces que los monstruos son insaciables, hasta que encontré un ultimátum pintarrajeado en las paredes de mi cuarto con amenazas e improperios.

Fueron semanas enteras de no dormir en mi alcoba. Amanecía acostado en el sofá viendo el canal del pronóstico del clima; debajo de mi cama, se acumulaba la comida podrida.

Todo acabó cuando la mucama hizo el quehacer del cuarto y encontró no uno, sino cuatro monstruos muertos. No eran tan grandes como yo pensaba ni tan temibles. Se habían comido los pastelillos envenenados que les dejé una noche. Los enterramos en el centro del jardín junto a nuestras mascotas. Pobres, no quise lastimarlos. Principalmente porque no soy enemigo de los niños: esos abominables seres que están por todos lados.

07 agosto, 2011

El Inimaginable


El Inimaginable trepa por las tuberías rotas de la pesadilla, las uñas de sus patas palmípedas raspan las paredes de herrumbre. Las tuberías son intrincadas tripas de aluminio debajo del inconsciente colectivo. Antiguamente, un hervidero de mitos las recorría, pero ahora los hidrantes están secos y sólo las habitan algunos terrores submarinos ocultos en los sedimentos de la mente humana.

Las válvulas chirrean como si bostezaran al unísono después de un sueño eónico. Las arañas primitivas huyen del Inimaginable, mientras se acerca centímetro a centímetro a la boca del grifo.

El apartamento es fantasmal y polvoriento. Tres estatuas de salitre están sentadas alrededor de la mesa, una estatua más carga un bowl de vegetales desintegrados. El ojo del Inimaginable rueda alrededor de la piscina del lavamanos. Con el rabillo atisba a una perra negra y a sus cachorros echados sobre un montículo de cenizas. Respiran acompasadamente, como si fueran un solo perro de cinco cabezas. Un cancerbero de los suburbios.

El Inimaginable se yergue sobre sus cuartos traseros como el ancestro de un oso destripado: sus rugidos son tormentas de arena.

La perra se despereza y saborea los residuos de carne entre sus dientes. Es la única criatura viva en kilómetros a la redonda. Con los cachorros colgados de sus tetas olfatea el aire viciado de la cocina. El grifo bufa algunas gotas de agua sucia. No hay rastros del Inimaginable. La perra ladra dos veces y se ovilla en el piso para continuar con su sueño monocromático y despreocupado. En el fondo del desagüe se escuchan los mugidos confusos de cientos de crías del Inimaginable, extraviadas en el colapso de sueños y realidades.