23 enero, 2014

Bailemos mientras dure la música



Resulta que 85 personas poseen la misma cantidad de dinero que la mitad de la población del paneta. Esto quiere decir que aún hay mucha lana que estos 85 paladines pueden hacer suya. Así que no desfallezcan, el Capitalismo sigue robusto y pujante: todavía tienen oportunidad de hincar el diente en el banquete de la riqueza, casarse con su personaje favorito de la farándula (o alguien de cuerpo similar) y regocijarse en los lujos y privilegios de la gente bonita. Sí, mientras haya botín sus sueños poblados de cuentas bancarias siguen siendo posibles.

21 enero, 2014

Aki

La mujer japonesa no tenía empacho en desviar la mirada cuando me dirigía a ella. 
"Vaya, ni las modelos famosas se quitan esa costumbre", dije para mi coleto y continué mi perorata. 
La verdad no prestaba mucha atención a mis propias palabras, embebido en mirar ese rostro perfecto que ella dejaba apreciar al bajar la barrera de sus ojos. 
Mirarse a los ojos, mirar a un desconocido a los ojos, o a tu madre, o al jefe del trabajo se considera normal en mi país, no así en la lejana Niponia, tierra de ríos limpios y trenes. 
La había conocido en un supermercado de ropa de tantos pisos que humillaba al más opulento centro comercial de la ciudad en la que nací. 
Al verla por vez primera recordé el órgano eléctrico que el viejo Tomás solía tocar en las fiestas de san Francisco, y no me pregunten por qué relacioné la vista de una mujer tan bella con el lacónico y casi siempre triste sonido del órgano, posiblemente (esto lo pensé después) porque ella llevaba una playera negra sin mangas que decía "García Márquez", y precisamente en la última fiesta de san Francisco a la que asistí, para matar el aburrimiento que me causaban las celebraciones religiosas, leí tres capítulos de El amor en tiempos del cólera, cursi relato aderezado con sexo infantil tan al estilo del escritor colombiano. 
Ella ni siquiera me había dicho su nombre, apenas y dejaba salir monosílabos entre una y otra de mis frases en patituerto japonés. 
Porque mi japonés jamás ha sido bueno. 
Yo me sentía en control de la situación: un turista que sin pretensiones de flirteo se aproxima a una chica local para preguntar cómo llegar a tal restaurante o museo, aprovechando la oportunidad para explayarse sobre la belleza del país del sol naciente y el intrincado juego de luces de sus comercios. 
Porque la noche nipona es tan bella y multicolor como abigarrada e inexpugnable para el extraño. 
A su vez, no podía evitar concebirme fuera de lugar, como la canción Waiting for the Sun de los Doors que no se encuentra en el álbum Waiting for the Sun de los Doors. 
Ella batía las pestañas cargadas de rímel dejando volar la mirada en la calle, en el taxi que pasaba, en los hombres de negocios un poco borrachos que se dirigían a la estación del subterráneo, y yo deseaba por sobre todas las cosas que sus ojos se clavaran en los míos. 
Que era una famosa modelo lo sabía gracias al reconocedor de rostros que poseía mi teléfono celular y la foto que discretamente le tomé en la tienda de ropa. 
Eso había sido minutos atrás, antes de que subrepticiamente la siguiera hasta la calle para abordarla.
Aki Hoshino. Tenía mi edad, aunque ella jamás lo supo. 
Cuando se fue tras darme precisas indicaciones de cómo llegar al sitio que fingí querer conocer, y se perdió entre la multitud de tokiotas veraniegos, supe que si al menos por un segundo nuestras miradas se hubieran cruzado la hubiera hecho mía. 
O eso elegí creer. 
No me molesten, es mi vida. 


            ほしの あき(1977年(昭和52年)3月14日)