Autor: Michael Parkers |
Ambos
se abrazan al abrir los ojos y descubrirse en una cama pendular que oscila sobre
el abismo donde moran sus fobias y deseos. Intuyen que si se lanzan al vacío,
despertarán solos en sus respectivas recámaras y nunca volverán a encontrarse.
Prometen que se buscarán cuando despierten y se arrojan juntos a las tinieblas
en un beso que sintetiza todos los besos de sus vidas.
Cuando
suena el despertador, olvidan esa promesa y continúan con sus vidas rutinarias. Ciertas noches intentan forzar otro encuentro, pero las farsas
que montan sus subconscientes no se equiparan con aquella quimera compartida
que era un solo sueño.
Años
más tarde, tienen un encuentro fortuito en los andenes del tren subterráneo. No
se hablan ni se abrazan, únicamente se estudian el uno al otro, como el
inspector de trenes que supervisa las cabinas.
El
metro llega a la estación, ella sube y él se queda en el andén. Mientras el
tren se aleja, la promesa que olvidaron emerge como un témpano a la superficie
de sus mentes.
En
dos ciudades lejanas, ella y él abren los ojos al unísono; suben a las azoteas
de sus respectivas casas. La noche es mentolada y materna. Ella se sienta en
la cornisa del edificio dejando que sus piernas cuelguen sobre la avenida. Él
se recuesta boca arriba en el tejado y descubre que siempre ha vivido de cabeza.
Los dos saltan al vacío, y por breves segundos, sienten que están
suspendidos en el aire.
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