11 octubre, 2016

Consciencia autófaga





El presente siempre nos desarma. Es violento, obliga a anclar un pie en el ayer y otro en el mañana. Sabemos que vivimos en el ahora, pero no lo sabemos al afrontarlo sin estar en él. Los dientes de león y los leones, las arañas del pasto, las barracudas lo saben. Nuestras mitocondrias lo saben. ¿Nosotros? Nosotros vivimos en la nebulosa del ego y las horas del reloj, atarantados por caminos trazados por El Hombre, por el hijo/padre de todos los dioses, caminos que te arrancan de la cama para ir al colegio o la oficina, arrojándote contra al acantilado de la sin razón cuando, bajo efímera lucidez, te cuestionas ¿por qué?, ¿para qué? ¿Por qué, si somos hijos de Seth y Gaia, por qué si Quetzalcóatl nos dio la vida con la sangre de su miembro, si nuestros átomos de carbono nacieron en la panza de una estrella, por qué no somos libres aun cuando podemos caminar sobre otros planetas y pintar noches estrelladas en espirales azules y blancos? Le debemos cada exhalación a los Dueños. No nacemos libres. Nunca lo fuimos ni lo seremos. Hasta para morir debemos alimentar a los Dueños. La ironía, triste y cargada de la malignidad propia del humano, es que incluso los Dueños son esclavos de los Dueños. Ahí estamos, estudiando sin saber bien para qué, trabajando de sol a sol sin estar completamente seguros del por qué. O sea, claro, "hay que comer", pero es imposible llenar con billetes el hueco que se creó cuando la consciencia nos abrió los ojos ante el Universo. Animales excepcionales, monos sobreevolucionados, da lo mismo. Somos esclavos de la voluntad de un Poder que nos utiliza sin miramientos para sostener el juego de 'Somos Los Más Cabrones Y Ustedes No'. Tanto talento, tanta consciencia que podría estar iluminando la materia, tanta sensibilidad abierta en nuestros pechos que termina como pedazo de carbón listo para alimentar a la Máquina. Una Máquina que, en el colmo de las bromas suicidas, de las ironías de mal gusto, se dirige de frente y a toda velocidad hacia un muro de plomo. Viejo plomo que fue uranio. Viejo uranio que fue hidrógeno. Viejo hidrógeno nieto del Big Bang.
            Sin embargo hay una vereda trazada por quienes se empeñaron en caminar con los ojos abiertos. Vía múltiple que se alimenta de vivir sólo hoy. No se necesita inteligencia, sino agallas y la necesidad de ver por uno mismo. Y a la vez por quien no es uno mismo.

            Eso es difícil. 




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