24 julio, 2011

La fuga


El hombre trapezoide asoma la cabeza entre las rejas de su jaula, los espectadores le arrojan palomitas y pedazos de muégano desde la barandilla. En el interior de su cabeza, circuitos y relés concatenan un plan de escape.

Cuando el último visitante sale del parque zoológico, el hombre trapezoide escarba un túnel con su cabeza de pez martillo. Cava desde la medianoche hasta entrada la madrugada.

Antes del amanecer, consigue remover las placas de mármol de una fuente y emerge a la superficie.

Después de una elipsis, no exenta de obstáculos y peripecias, el hombre trapezoide compra un esmoquin, consigue un trabajo y renta un apartamento en la periferia de la ciudad. Atrapado en el tránsito, casi siempre llueven palomitas sobre el cofre del cascado Buick que adquirió a precio de ganga.

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