09 octubre, 2011

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Un millón de teléfonos suenan al mismo tiempo en una ciudad vacía. El personaje corre de un teléfono a otro, pero nadie le contesta. Como si fuera un efecto dominó, zigzaguea entre las cabinas telefónicas, sube las escaleras de los rascacielos, recibe las llamadas de todas las oficinas, recoge los celulares que encuentra acomodados sobre las ropas y pertenencias de los habitantes perdidos.

Al doblar una esquina, encuentra una sucursal de la compañía distribuidora de fibra óptica. Levanta el teléfono de la recepción. Le contesta su propia voz.

—Escucha muy bien lo que voy a decirte: hagas lo que hagas, no contestes el teléfono, eso querrá decir que morirás dentro de la pesadilla y no habrá manera de salvarte.

El personaje cuelga el auricular. Un millón de bestias se desperezan al mismo tiempo.

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