20 noviembre, 2011

El tragafuegos



Cuando mi padre llega al pueblo, las casas se oscurecen a su paso. Las llamas de las farolas y de los quinqués saltan al suelo y lo siguen a corta distancia.

Al llegar al puente se quedan sentadas a su lado mientras él le da tragos a su licorera llena de coñac y se pone a ver el acantilado hasta que otra caravana circense lo recoge. Entonces las llamas se quedan en el puente y se van apagando una por una. Tengo la costumbre de mirarlas por la ventana y pedir los deseos que no se me cumplen cuando soplo las velas de mi tarta de cumpleaños.


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