Por Gil
Fontanero
AL
PRINCIPIO
Nunca ha habido otro comienzo que éste de ahora,
Ni más juventud ni vejez que éstas de ahora,
Nunca habrá más perfección que la de ahora,
Ni más cielo ni infierno que los de ahora
Walt
Whitman, Canto a mí mismo
Tenía
clase de física a las siete de la mañana. Al llegar a la prepa me topé de
frente con un camión incendiado. Era el 27 de julio del 68 y yo estudiaba en
San Ildelfonso, tenía 16 años y aún creía que los héroes nunca perdían. Entré
por la puerta que dos noches después el ejército iba a destrozar de un bazucaso
y me hallé en el corazón del Movimiento. Hoy soy, 44 años después, #132.
Estamos
de vuelta, somos los mismos y con la misma esperanza: que México alcance la
dignidad que se merece.
Eso de
que envejece el cuerpo y no la mente, que la juventud es algo que se lleva en
el corazón y no en el calendario, es parte del deseo de no morir, mas es falso:
con el tiempo uno embarnece, uno se deteriora, la energía queda regada en el
camino. Con los años, si se tiene la fortaleza de no dejarse convencer por los
hombres grises, se puede alcanzar, no la juventud eterna, sino algo de
sabiduría. Por eso ya no me da por el futbol sino por la serena reflexión; ya
no camino las calles con mi pancarta y grito con mi ronco pecho, sino que
observo a la nueva raza llenarse de espíritu, del verdadero Espíritu, ese que
se revuelve en las aguas del principio de los tiempos y crea nuevos mundos.
132 es
el nombre de un nuevo planeta, un planeta que nació en el 68, un nuevo planeta
habitado por una nueva especie con la voluntad superior de dejar atrás tanta
imbecilidad de guerras y poder, una nueva especie que ya superó con sólo dar un
primer paso, la agria telenovela de la derrota humana.
Escribo
desde las montañas del centro de mi país, México, y escribo estas crónicas como
uno más de los 132, que es un número ideal donde caben todos los números. Es la
crónica de un triunfo anunciado.
En las
mañanas del 68, en plenas lluvias, del lodo y del fuego se forjó una ilusión,
se dio a luz con voz y sangre una semilla, semilla que ahora es árbol y busca
ser el eje de un Nuevo Mundo. La antigua Ceiba de los mayas por donde una vez
más bajan los dioses a susurrar en el oído de la mas reciente generación: yo
también soy 132.
Ayer en
la noche vi los 132 videos y soñé el sueño de aquel mago Rey, cuando soñó que
el río ya no apestaba, que había sido enterrado el miedo, que los señores de la
noche se habían diluido con la noche, y en el viejo Teotihuacan nacía el día.
Pero no
todo es retórica, 132 es también el número de la inteligencia, de la reflexión.
Por eso esta mañana me he puesto a comparar lo que vivimos los jóvenes de hace
44 años con lo que se vive hoy, y esta es la razón por la que escribo estas
líneas, donde pretendo contrastar las circunstancias históricas y estratégicas
entre 68 y 132.
En el
68 fui infantería, uno más con la boca tapada por un esparadrapo cuando el
silencio recorrió Reforma y llenó el Zócalo, el silencio como una palabra que
todo explica. Hoy también soy infantería, y aunque hablo al escribir, sigo en
silencio, pues de lejos y de cerca se escucha el respirar de los jóvenes.
LAS
DIFRENCIAS ESTRATÉGICAS ENTRE EL 68 Y EL 132
-Primer
parte de muchas-
Disculpen
el tono académico de lo que les voy a compartir, pero la palabra tiene su ley.
Así que una vez advertidos ahí les va el rollo:
El
objetivo del 68 visto en perspectiva fue muy claro: que el Estado mexicano
alcanzara la plena democracia. Que lo que habíamos avanzado y crecido como
nación se tradujera en un Estado moderno.
Los
jóvenes de entonces éramos producto de un largo proceso que había transformado
a México en un país urbano. La economía crecía, las instituciones se
fortalecían, había estabilidad política, y con ello había madurado el tiempo
para que la dictadura de un partido diera lugar a una verdadera democracia. El
Consejo Nacional de Huelga presentó un pliego petitorio de seis puntos, que al
avanzar el Movimiento se concretó en uno: Diálogo Público. La necesidad de
exigir flexibilidad y apertura brotó de lo inconciente colectivo, de la
reflexión, del viento de la historia, o de todo eso a la vez.
El
Estado mexicano en el 68 tenía estructura y poder. El Presidente (así con mayúsculas)
era la punta de un trompo que giraba con fuerza. Dentro del PRI la mayoría de
los poderosos o que pretendían serlo tenía una mesa para ponerse de acuerdo y
ajustar las cuentas. El PRI era como una cebolla. Para pasar de una capa
exterior a una central había puertas anchas y estrechas, mas todas se abrían
por dentro. En cada capa había uno o varios salones de juego donde el ajedrez o
el póker de la política acomodaba el país a sus intereses. En el central,
presidido por el dueño de la Silla, se jugaba en absoluto secreto el Juego
Maestro. Ahí terminaban los hilos bien tensos que amarraban en una apretada red
todo el país. Fue en esa mesa que decidieron Tlatelolco.
En los
sesentas el estado unipartidista mantenía un control social y político
absoluto. Nada se publicaba en los medios sin que pasara por la censura; los
sindicatos estaban copados por dirigencias cómplices; los militares observaban
una disciplina de hierro. Ni una brizna de hierva se movía sin que los
vigilantes se enteraran; no había noticia que no fuera maquillada a la
conveniencia de la realidad oficial; el país se hallaba dentro de un muro que
todo filtraba.
Por
diversas y complejas razones, desde la presión social, el desarrollo
tecnológico, la incapacidad de mantener una economía ascendente, los cambios en
la aldea global, el rodar de la cultura, el Tao, y mas puntos que podríamos
agregar, el estado tuvo que ceder espacios y hoy ya no tiene las llaves en la
mano. En el 68 desde el primer día hubo violencia, arrestados, desaparecidos, bombas
molotov. Hoy tienen las manos atadas y los chavos se mueven libremente.
En el #132 los jóvenes son producto de una larga crisis y frente a ellos hay un estado fallido en todos los sentidos: seguridad, educación, economía, ecología, un estado carcomido por la corrupción, con instituciones desgastadas e inoperantes, por ello es que su objetivo es que México recupere su dignidad y se ejerza la democracia.
Ésta es
a mi juicio la primer y más importante diferencia estratégica entre el 68 y el
#123, la calidad del estado al que nos
enfrentamos. Esto determinará en buena medida el resultado del movimiento. Si
con el apoyo de los jóvenes se derrota claramente al PRI en las elecciones, a
lo que se apunta es a un verdadero cambio de régimen, a cerrar el doble
círculo, el que se abrió con la revolución del 10 y el de los neoliberales que
arrancó con De La Madrid, para inaugurar un nuevo México a la medida de lo que
ahora somos.
Condiciones
del Estado mexicano
|
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68
|
#132
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Estado
estructurado y fuerte
|
Estado
Fallido
|
Instituciones
en crecimiento
|
Instituciones
nulas
|
Control
político total –presidencialismo-
|
Fragmentación
del poder
|
Control
de los medios y de la violencia institucional
|
Sin
capacidad de controlar los medios independientes ni el mundo de la Internet.
Imposibilidad
de usar la violencia institucional contra el movimiento
|
Desde
las montañas del centro de México, Gil Fontanero, servidor de ustedes.
(continuará)
Nota de prensa de aquellos años:
■ Informes policiacos
hablaban de conjura
Gustavo Castillo García
“Al momento son siete los estudiantes muertos y
500 los heridos a manos de la policía. Por lo que piden la destitución del jefe
y subjefe de la policía, así como la derogación del artículo 145 constitucional
(sic)”, reportaba el 29 de julio la
Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), de la
Secretaría de Gobernación. Los choques con la policía se habían prolongado ya
tres días en la zona del centro de la ciudad conocida como el barrio
estudiantil.
Desde la noche del 26 de julio la violencia se
había extendido a las calles de Brasil, Donceles, Justo Sierra, Argentina y El
Carmen, quedando en medio el edificio de San Ildefonso, donde estaban las
preparatorias 1 y 3.
Artículo de nuestro invitado especial Gil Fontanero.
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