26 junio, 2011

Astrosómnica (fragmentos 1998-2009)



I

Yo puse en ti un cuchillo esculpido

con el azote de una ola nocturnacida,

que cayó como un meteoro en los disfraces

de mi sastrería.

Fue mi sortilegio, el mismo sortilegio de aves astrales

que provocó un diluvio hace milenios.

Fue mi sombrero, el mismo sombrero

que utilizó un arlequín

para crear a las estrellas.

Yo metí en tu pecho un arpa y un violonchelo

para escuchar los conciertos de tu adolescente interior,

y un semidragón celta con ancianas historias que contar,

al pie del yunque donde martillaron los hierros de tu infancia.



II

Nuestra niñez es ahora un anticuario

que vende pedazos de sus dragones

de feria en feria.

Que exhibe nuestras pesadillas

en su carpa por una moneda de oro

y cuenta historias de castillos

en cuyas mazmorras

combaten a muerte

novilunios antropófagos

y caballeros templarios.

Luego lo guarda todo en su veliz

y se descubre como un cadáver fresco

y sin inocencia.




III

En tu respiración hay un redoble de peñascos

que se desmoronan

como una lluvia de perseidas.

Un cortejo de libélulas fúnebres que guía a las hadas

con candiles boreales,

extraídos de nocturnas cirugías

al cielóbrego de anémonas circuncenitales.

Aquí en la tierra, un jorobado liba orquídeas

de invernaderos antediluvianos;

botones de rosa despuntan en sus heridas.



IV

Solo tu materia es capaz

de viajar de colisión en colisión;

de pájaro en pájaro;

de centella en centella.

Mil años luz de embriones y brujaurías.

Mil bocas más que alimentar con pedazos

de mis miembros podridos.

Mil lunas llenas a merced

de los aquelarres.

Mil escondrijos distintos para

el pequeño navegante que todos llevamos dentro.

Para el outsider que está al tanto de

tus mutaciones.

Una taquicardia como fuego

a todo galope que consume

una dentellada.

Una canción extraterrestre

escrita en el pentagrama

de tus órbitas planetarias.

1 comentario:

Pipicacamoco.