11 junio, 2011

1. Anastacio. El Bale está muerto


No hables a lo pendejo si no sabes, güey. El Bale está muerto. Quedó has de cuenta como un perro atropellado, las tripas de fuera y los ojos salidos. ¿Y sabes cómo lo sé? Pues porque yo mesmo fue el que se lo quebró justito antes de venir a dar aquí. Nadie lo sabe, y me vale madre si lo creen o no, pero fue hace dos meses en Lomas de Zaragoza.
Así como me ven entambado y jodido, allá juera en la calle todos me respetan, desde la tamalera hasta el pordiosero de la puerta del metro me hablan de usté y enveces me regalan cosas pa que no los mire torcido, porque todos saben bien quién soy y qué tan chingón muevo la fusca, ningún Juan y ninguna María me dan miedo, yo los asusto, yo los quiebro, yo los veo a los ojos justito cuando están soltando el último suspiro y les pido que le hablen de mí a los otros pendejos que he mandado al otro mundo.
Soy cabrón por más peinadito que me tengan aquí los pinches tecolotes, y por eso el patrón me dio a mí el encargo de chingarse al Bale; a mí entre todos sus gatos, a mí porque no me tiembla el pulso y conozco los barrios, conozco a la raza, a los valedores cabrones y a los maricas, a las morras que prestan y las persignadas, a los taqueros que compran cualquier carne, a los tamarindos y azules de tres pesos. Además soy fiel al patrón hasta la muerte, él lo sabe y por eso enveces me invita a desayunar a su casa de Cuernavaca y una vez hasta me dejó dormir con una de sus hijas, que pus no son sus hijas pero viven con él.
Y si creen que por estarles contando todo esto el patrón me va a dejar entambado se equivocan, pendejos, porque no van a decir nadita saliendo de aquí, nada de nada, ojetes, o ya saben, van a acabar igual al Bale, abriendo la boca como pescados en un charco rojo rojo.
Estuvo cabrón dar con él, no se vayan a creer, darle aire no fue lo mesmo como con cualquier otro pendejo. Imposible madrugarlo, el güey tenía unas pinches antenas como de cucaracha que le avisaban cuando la cosa se ponía jodida; justito antes de que lo chingaras ya estaba corriendo para esconderse en la alcantarilla o abajo de la estufa; pinche rata ponzoñosa criada en los respiraderos del metro, siempre nos andaba jodiendo a nosotros, al patrón y al negocio.
Primero, el culero se quebró al Latas allá por Azcapozalco. No voy a mentir, el Latas cargaba su par de muertitos, pos quién no, de hecho muertitas, un par de huilas cabronas y rejegas. Él se las manejaba al patrón. Las traía de Oaxaca y Guerrero vía la Tapo y luego luego a chambear; las pasadas de lanza amanecían frías en algún baldío por querer robarle tres pesos o mentir cuando decían “no tuvimos clientes” y pos sí habían tenido. Era una riata el Latas, sabía apalabrarlas y la verdá algunas hasta bonitas eran, mira si yo conocí algunas.
Como haiga sido, una mañana amaneció ahorcado en su casa y luego luego supimos quién fue. Todos lo sabían, el Bale tiene una forma de matar reconocible de Cuautitlán a Xochimilco: nunca usa cuete ni pico y ataca siempre cuando el valedor anda solo.
El Bale, el pinche Bale. No contento el cabrón con chingarse al Latas, le anduvo siguiendo los pasos al Rober, que ese güey pa que vean no la debía, nomás llevaba las cuentas del patrón y le checaba los pordioseros de la zona del bordo. No sé por qué el pinche Bale fue tras el Rober, tal vez porque era más fácil enfriarlo a él y no a cualquier otro, como a mí por ejemplo, o al mismísimo patrón.
Bueno, el güey tenía sus pecados. A sus dos hijas, unas chuladas, las pasaba a visitar a su cuarto cuando se ponía pedo. A las dos, el cabrón, y desde que eran niñas. Todos lo sabíamos, hasta su vieja, pero al patrón no le importaba mientras llevara bien la contabilidá.
Al mes de lo del Latas apareció el Rober frío bajo un puente cerca del bordo. Los amigos de la procu le avisaron luego luego al patrón: “fue el Bale”. El patrón, encabronadísimo, me mandó llamar y dijo: “quiero la cabeza de ese hijo de la chingada”, así tal cual, la cabeza. Quería ir yo solo, pero me mandó con el chamaco Solís.
El chamaco venía del norte y asegún juraba había sido zeta y había mochado cabezas y torturado y bla bla bla. Yo no le creía, una vez zeta zeta hasta la muerte, pero el patrón sí le creía y quién soy yo para discutirle al patrón. No era muy de mi confianza el Solís, me ahueva la gente cuando habla nomás de ellos mesmos. Así era el pinche chamaco, se la pasaba chachareando sobre el norte y las madres que asegún hizo y yo nomás escuchaba calladito calladito.
En el bordo no averiguamos mucho, la raza estaba apanicada y no soltó, y eso que también nos temen al patrón y a mí. Nos vimos obligados a darle una calentadita a un tendero, y eso nos llevó al Rosario, donde tras sacarle un susto a una ñora que renta cuartos supimos que el Bale andaba escondiéndose en Lomas de Zaragoza porque se había chingado a un comandante de la tira, el famoso Chamagoso, con quien el patrón también hacía sus bisnes. Puta, me dije, cuando se entere se va a poner como diablo, y le dije al chamaco Solís “¿ya vistes lo cabrón del pedo?”, y el güey nomás se reía y asegún él el Bale era un pendejo y nos lo íbamos a cojer así facilito.
Fuimos a Lomas de Zaragoza y en dos días ya estábamos oliéndole los pedos, una vez llegamos a su cuarto justo cuando se acababa de juir y hasta nos quedamos con su ropa apestosa y algunas cosas, pero el culero se nos fue por los pelos. El patrón llamó, nos daba tres días para terminar el trabajo. Nunca lo había visto encabronado así, pero pos era con justa razón.
Fuera como fuera, al día siguiente nos cojimos al Bale. Fue gracias a una de las viejas del difunto Latas, conocía gente en la zona y asegún lo habían visto. Eso le pasa por llevar su pinche balero a todos pinche lados, el pendejo. Supuestamente se andaba juntando con una bola de chemos, segurito pa disimular y esconderse de nosotros. El chamaco ya se hacía mochándole la cabeza, pero a mí la cosa me olía mal. Ese güey no es cualquier pendejo, algo traía entre manos. Como sea, no le salió, porque nosotros nos lo chingamos.
Desde una casa abandonada nos pusimos a espiar la vecindad de los chemos. Cuando oscureció salieron todos en bola, de seguro el Bale iba también. Los seguimos, llegaron a una fiesta reguetón llena de morros, ya saben, casi cojiendo y poniéndose todos hasta la madre. El Bale estaba escondidito tras las bocinas de la música, tenía su balerote y una botella de agua (asegún el cabrón no chupa ni se mete nada) y se estaba quieto nomás licando. Gracias al ruidero el güey no nos sintió llegar. Le saqué la fusca en la jeta y lo arreamos pa fuera. El patrón iba a estar contentísimo.
Lo llevamos a un baldío bien oscuro y le preguntamos si prefería que lo matáramos ahí mesmo o lo lleváramos con el patrón. El güey no dijo nada, nomás nos miraba con ojos de sentirse muy verga, como si juéramos nosotros los apañados. Eso encabronó al Solís, sacó su cinturón y se puso a madrearlo con la hebilla, una grandota de fierro con forma de hoja de mariguana. Yo apuntaba la fusca y dejaba al chamaco, a ver si sacaba lo zeta y se ponía cabrón. Quién sabe cómo estuvo la cosa, pero el Bale se zafó de las manos y agarró al chamaco, no vi nada porque estaba muy oscuro, pero clarito escuché huesos quebrarse y el Solís ni se quejó, nomás cayó al suelo.
Disparé, el Bale brincaba de un lado a otro como pinche chango poseído. Cuando se terminaron las balas saqué mi navaja y lo apuñalé, porque todavía se movía, hasta que se quedó quieto. En eso llegó la tira, algún soplón de seguro nos vio ir para allá, pero conseguí juirme justito antes del baldío.
Por cierto, al patrón no volví a verlo porque cuando regresé a mi cantón me esperaban unos judas. No fue por lo del Bale, nadie sabe que fui yo, sino por unos negocios del patrón allá por Texcoco que terminaron mal. Me tocaba pagar a mí, y pos ni quejarse, ya saldré y de seguro el patrón sabrá recompensarme, estoy haciendo mi parte.
             Les cuento esto porque hay algún pendejo allá afuera sigue enfriando cristianos usando el nombre del Bale, y pos no es cierto, yo al Bale me lo cargué de diez plomazos y cincuenta piquetes. Y ni se les ocurra ir a contarlo, cabroncitos, no me quieren de enemigo, ya me aprendí sus nombres y conozco sus jetas. De mi patrón o de mí no se pueden esconder. Ya vieron, ni el Bale pudo.




2 comentarios:

  1. Primera entrega de cuatro (¿o cinco?).

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  2. No estoy seguro de que te hayas chingado al vale si estaba tan oscuro como dices, mas bien estabas apanicado y crees que te lo chingaste; qien sabe

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Pipicacamoco.