29 mayo, 2011

Huayamilpas Blues



Soy el pájaro manco de la suerte.

Orlando Guillén

De vez en cuando desapareces del circuito social de las fiestas y te sientes como un ermitaño en proceso de putrefacción. Llega el viernes y te pones a trabajar horas extras, y el sábado y el domingo son días para hacer la chamba que no pudiste sacar el resto de la semana. Y en medio de ese miserable desierto, ya que te acostumbraste a la chinga, aparece medio mundo con chelas y ganas de platicar.

Así llegó Ale Ahumada, mi amiga moreliana, que casualmente andaba por el Defectuoso porque vino a hacer su examen para entrar a la maestría. Entre plática y plática, la Ale me enseñó una página de Internet en donde la idea es transformar un espacio urbano (en este caso un balcón) en un espacio para los músicos subterráneos de diferentes ciudades alrededor del mundo, incluyendo México (si quieren saber qué pedo, PÍQUENLE AQUÍ).

En esa página escuché a Ampersan (by Kevin García y Zindu Cano), una banda electroacústica hija del fandango y de la poesía. En su presentación de BalconyTV, escogieron un poema musicalizado de Orlando Guillén. Orlando forma parte de una raza perdida de poetas underground, el último punk de su especie. Solo por esta razón tenía que conocerlos. Así fue como me enteré (tarde) de un concierto de ellos en una casa del barrio de la Candelaria.

El evento se llamaba No llores por mí Huayamilpas (3 fines sin fin). Ya habían pasado dos fechas y solo quedaba el concierto de Tomás nomás y los de atrás y Mamá Pulpa (tenía años que no escuchaba noticias de esta banda), y me lancé con dos compas a ver qué pex.

En la puerta nos recibió Zindu Cano en persona; había poca banda pero bien instalada. Nosotros hicimos lo propio y nos armamos de chelas y mojitos de Antillano mega cargados. En la planta baja de la casa habían montado el escenario. Los nombres de los grupos dibujados con gis en la pared del fondo y la piñata de diablito colgada a un costado me recordaron los conciertos del ES3, allá por Las Tlalnepantlas.

Tomás nomás es todo un show man; ataviado con su traje hecho de jerga y su sombrerito de pachuco tiene una irreverencia y un humor ácido y orgánico. Por ejemplo, una de sus canciones (“Pelo de peluche”) está dedicada al vello púbico y dentro de su repertorio hay una cumbia con un solo de ganso (lástima que no se pueda escuchar todavía en su myspace). Este don podría ser el tío perdido de músicos como el Armando Palomas o el Nono Tarado.

En el ínter entre una banda y otra, la casa de Huayamilpas se llenó de personajes infrarrealistas y uno que otro poeta descarriado (saludos al Carlitos). Cuando se arrancó Mamá Pulpa, había personal suficiente para armar el slam. Noté que su sonido se había vuelto más fresquesón, menos skatero y con una limpieza instrumental que es la pura sabrosura.

El momento estelar de la noche, sin embargo, fue cuando alguien le puso una jarana en la mano a nuestro amigo Juan Fridman, ex jaranero y guitarro de Klezmerson y se armó el fandango con los Ampersan y demás banda huapanguera. No conocía a los fandangueros de la casa de Huayamilpas en acción, y ahora que los he escuchado puedo decir que algo está pasando en el barrio de La Candelaria, algo bueno para la poesía, para la música tradicional y para la cultura del sur de la ciudad. Por cierto, buen viaje a Ampersan que se van a rolar por Europa tres meses: hagan vibrar a todos con su blues, porque el son huasteco también es blues y ustedes saben cómo sacarle sangre a las cuerdas de la guitarra.

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