22 mayo, 2011

Epidemia y Colorín, colorado



Epidemia

La piel del anciano se confunde entre los pliegues de las sábanas arrugadas. Es del mismo color y de la misma textura. El médico le toma el pulso, le coloca el auricular del estetoscopio debajo de la camisa, escucha sus débiles tup-tups y le aplica una inyección en el brazo. Una larga fila de personas espera su turno, algunos más enfermos que otros. Los más graves son solo un amasijo de esparadrapos sucios y desahuciados.


Colorín, colorado

Bajamos al sótano con un candelero en la mano. Entre todos cargamos una estaca de plata. Podemos escuchar un corazón latiendo en la obscuridad. Es enorme y pulposo como el de un tiranosaurio.

Lo iluminamos con la llama trepidante de la vela. Las manos nos sudan; la adrenalina aceita nuestros músculos. Contamos hasta tres en voz baja y asediamos con el ariete el tejido cardiaco.

El ogro siente un punzón en el pecho y se derrumba vomitando esputos sanguinolentos. El libro de cuentos de hadas cae con las tapas boca arriba. Uno de los ogritos acerca su oreja a los lomos del libro. Puede escuchar el ritmo acelerado de un corazón más pequeño idéntico al suyo. Contamos hasta tres.

La primera imagen es de Zdzisław Beksiński, la segunda de Todd Schorr.

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