19 abril, 2011

Heriberto Yépez: qué chula mi ligereza intelectual


“Seguir siendo humano en estas condiciones es inhumano”.

Horst Matthai Quelle

Se suponía que en esta entrada subiría una serie de minificciones que acabo de escribir, pero me topé en el camino con la columna sabatina de Heriberto Yépez, publicada en Milenio Diario, (la cual, pueden leer AQUÍ). En principio quedé un tanto decepcionado, ya que no creí que un personaje tan docto como el señor Heriberto, poeta, filósofo y ensayista; tuviera tal pobreza argumentativa, ya no digamos poco documentada. Después analicé un poco más a fondo, e incluso percibí cierta prosa golpista.

Aproveché que Carlos Marín había escrito en su columna de ayer lunes sobre el asunto para verter mis opiniones y contrapropuestas, y resulta que mi comentario fue censurado sin más, por esos paladines que se llenan la boca de libertad de expresión. ¿Por qué en mi país no se pueden hablar de estos temas sin hacer a un lado ese maniqueísmo perverso que sitúa a los críticos de la estrategia gubernamental de combate al narcotráfico en el margen del renglón, casi casi peleando hombro con hombro con la delincuencia organizada?

Veamos lo que dice el primer párrafo: “Tras el asesinato del poeta Javier Sicilia se ha intensificado la oposición de intelectuales a la ‘guerra contra el narco’. Los intelectuales mexicanos básicamente piden que pare la guerra y se legalicen drogas”. ¿A qué intelectuales se está refiriendo Yépez?, no hay nombres ni apellidos (y eso me extraña viniendo de Milenio Diario, un medio que casi todo el tiempo exige profesionalismo y cifras, cabrones, cifras).

Qué chingón hubiera sido toparme con una disertación filosófica-sociológica sobre el problema del narcotráfico. En lugar de ello, encontré fanfarronería dolosa: tal parece que incubar el odio se ha convertido en un deporte nacional. Haciendo a un lado el análisis, Yépez, impulsado por la línea editorial de su periódico, llega al paroxismo de pasarle la factura de las muertes del narcotráfico a los adictos: "Vamos al grano: el consumidor de droga mexicano, junto con el gringo, es el patrocinador directo de todos esos asesinatos".

Partiendo de esta tesis se podrían repartir las culpas de la siguiente manera: son culpables las chicas que son enganchadas en las redes de prostitución con drogas adictivas; son culpables los niños de la calle que inhalan chemo y cuya realidad es más infernal que la de cualquier intelectual (incluyendo a Yépez); son culpables los drogadictos que venden hasta los tenis por obtener un poco de cocaína; son culpables los heroinómanos que mueren de sida o de un pasón en los callejones más mal pedo de la ciudad. Todos ellos son culpables porque no pueden controlar su síndrome de abstinencia y siguen arriesgando la vida buscando un dealer en colonias de mala muerte.

He tenido amigos que han logrado salir del círculo vicioso de la adicción, pero pocos logran hacerlo. Si Yépez tuviera un poco de sensibilidad pediría perdón a todos esos enfermos por haberles dicho asesinos y de paso a Javier Sicilia (por burlarse así de la muerte de su hijo).

Yépez también reclama a los intelectuales no haber protestado contra la narcoviolencia que ya existía antes de Calderón (tampoco dice nombres, yo pienso que para no enojarse con sus amigos). En ese sentido yo podría reclamarle por no haber protestado por tantas y tantas muertes, desapariciones y violaciones que están hoy en los registros de las organizaciones defensoras de los derechos humanos, muchas de ellas, relacionadas directamente con autoridades de todos los niveles. ¿Por qué no protestó él cuando en Atenco policías violaron mujeres y mataron a un estudiante y a un niño? ¿Por qué no le reclama a José Agustín, Parménides García Saldaña, Roberto Bolaño, Arturo Pérez Reverte y Élmer Mendoza por fomentar esa narcocultura a través de sus obras?

En este punto quisiera hacerle una propuesta todavía más radical que prohibir los narco-corridos y renunciar al consumo (es más, yo propongo renunciar al consumismo en general, ya que él no quiere entrar en particularidades): mientras siga habiendo muertes en el contexto de la guerra contra el narcotráfico, no sólo dejemos de enaltecer el consumo de drogas en novelas, cuentos, obras de teatro, etcétera; sino que hagamos quemas masivas de ejemplares de Los detectives salvajes, De perfil, Se está haciendo tarde y toda aquella literatura que nos remita a esos drogadictos asesinos y causante de tantas muertes a los que él se refiere. Ya entrados en gastos también podríamos incinerar Diablo guardián de Xavier Velasco por fomentar la trata y el comercio sexual.

Yo la verdad tampoco le creo al señor Yépez cuando dice: “Es frecuente que la intelectualidad nacional pida la legalización. Yo también estoy a favor de ella, pero más a favor de que mientras la droga sea traficada por personas sin escrúpulos —narcos o policías, militares, funcionarios corruptos— seamos radicales: renunciemos al narco-consumo”. Dudo que el orgullo literario de Tijuana esté a favor de la legalización, dado que desconoce que uno de los principales argumentos de sus promotores es que ese dinero que se invierte en maquinaria de guerra se invertiría en campañas de prevención para evitar el consumo en niños y jóvenes, además de que también se legalizaría el autoconsumo, con lo cual prácticamente se acabaría con la dependencia a los cárteles de la droga. Pero que no se malentienda: la legalización no es la solución al problema del narcotráfico y tampoco acabaría con la violencia. Para ello se requiere de una solución integral, una que destruya los tres principales pilares de los que se nutre la delincuencia organizada: la ignorancia, la pobreza y la corrupción. Una que reconstruya el tejido social barrio por barrio, que le ponga un alto a esa cultura del consumismo y la frivolidad que nos transmite la televisión y su parrilla de programas chatarra, solapados a su vez por la cultura hegemónica. Que les dé una esperanza de vida a esos adolescentes que son orillados a formar parte de los ejércitos de la delincuencia organizada por desesperación y falta de oportunidades. Al menos mi ¡Ya Basta!, va en ese sentido. Seamos radicales: renunciemos a la estupidez.

5 comentarios:

  1. ¿No bastaría con mirar hacia adentro en lugar de hacia afuera? La crítica nos divide, perdemos mucho tiempo en ella. Tiempo que salvaría vidas. Eso sin contar que es una ilusión el creer que somos cosa aparte. Yépez y tu son parte del universo "uni" que ¿significa?

    Adriana Meza

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  2. Hola, primero que nada gracias por comentar. Interesante tu planteamiento. No se puede prescindir de la crítica porque el universo también es dialéctica, y es necesaria para construir una sociedad mejor que la que tenemos. La crítica no nos divide, lo que nos divide es la cultura hegemónica y sus opinólogos. Yo no tengo una columna en Milenio, tengo un humilde blog, y el alcance de mis opiniones es menor que el de Yépez. Por eso es necesario la crítica. Un abrazo y gracias de nuevo por comentar, sigue haciéndolo.

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  3. ¿a qué droga le pones, para que te ponga así la crítica al consumo individual?

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  4. Ya me tiene harto el señor Yépez. Pero acabo de descubrir un viejo articulo suyo en donde descalifica a Sicilia, antes de los de su hijo, cuando ganó el premio de Aguascalientes de poesía. Creo que le tiene envidia o algún resentimiento. No es posible que pase su veneno a una crítica de un movimiento serio y moral. Esto no es una juego del mundo literario, esto es una emergencia nacional.
    Saludos Mr. Strange.

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Pipicacamoco.